CUENTO
El misterio del cerro Pachachaca
Había una vez una pareja de esposos que vivía con su dos hijos; el señor todos los días iba a trabajar en la chacra para mantener a su familia y recolectar los frutos que brindaba la tierra; el trabajo era duro y cansado y tenía que escarbar y sembrar el grano de maíz, trigo u otros tubérculos; en ocasiones, con la ayuda de familiares y vecinos y , en otras, con el apoyo de la yunta de toros que alguna vez lo tuvo, sin embargo, por la baja economía de la familia y por la necesidad de enviar a su hijo al colegio para comprar sus útiles escolares decidieron venderla para, que de esa manera, pudieran tener la “platita” y comprar todo lo necesario; además, el señor concluyó que era tiempo de mucho verano y el pasto escaseaba y por tanto, solo había “paja” de trigo de la cosecha anterior, pero no era suficiente para alimentarlos y como estaban gorditos el campesino reflexionó y supuso que la gente de mal vivir, en la noche, aprovechando la ausencia de la familia se apoderen de la yunta; por tanto, decidió venderla.
SEUDÓNIMO: FLOREL
LA SERPENTÁGUILA
Al inicio de los tiempos, se creó una pequeña comunidad en San Pablo, era un
pueblo de veinte personas, todos vivían muy tranquilos y se ayudaban entre sí.
La población iba creciendo más y más, muchos niños correteaban por los
campos y disfrutaban de la naturaleza.
Hasta que un día, los niños empezaron a desaparecer por la noche, uno por uno.
Nadie se dio cuenta de ello; pero a la mañana siguiente, los padres buscaban
por todos lados, los vecinos los ayudaban, más no lograban hallarlos.
Como las desapariciones iban en aumento, creyeron que se debía a algún animal
feroz (un puma tal vez); sin embargo, no se había visto a uno por esos lugares.
El temor y tristeza iba aumentando, porque ya no solo se llevaba niños sino
también bebés.
Preocupados por esta situación, los habitantes decidieron sacrificar a otro niño
con la esperanza de que ya no sigan desapareciendo más de ellos y crearon un
plan: Muy temprano iniciaron a colocar trampas en toda la comunidad, los
hombres se distribuyeron la tarea de cuidar por el día y por la noche toda la
aldea, en especial a ese niño que sería ofrecido en sacrificio.
Llegó el momento esperado, todos estaban preocupados y tristes, los padres de
Josué lloraban por la fatal decisión que tuvieron que tomar. Su madre pedía que
no lo lleven, más ya estaba decidido, él iba a ser el señuelo.
Eran las 6:30 pm., vendaron y metieron a Josué en una jaula, hecha con ramas
de los árboles y la colocaron en un lugar visible. El niño estaba muy asustado,
empero no decía ni hacía nada.
Habían pasado más de cuatro horas y no ocurría nada, la mayoría entró a sus
casas a dormir, solo los que estarían de turno, observaban y merodeaban por
todo el lugar.
De pronto escucharon un ligero ruido como algo que se arrastraba y movía los
arbustos y además hacía un sonido que parecía a un viento muy suave. Todos
se quedaron inmóviles para saber que era ello. Un hombre, que se encontraba
en un árbol grande logró verlo por completo, pero se quedó atónito.
En la oscuridad pudieron ver como se dirigió a la jaula, la rodeó y la rompió; solo
se escuchó un fuerte grito del muchacho y después ya no. Y el animal dio vuelta
y se fue, nadie pudo hacer nada, todo fue tan rápido que se olvidaron de utilizar
las armas.
─ ¡Nooooooo!
Se escuchó un fuerte grito por parte de la madre del pequeño.
─ ¡Mi hijo, nuestro hijo! ─ lloraba aquella madre desesperada.
En ese instante, todos reaccionaron y se reunieron cerca a la jaula destrozada.
Observaron y sus miradas se perdieron en los rastros que había dejado aquel
animal. Los que estaban en los árboles, bajaron para inspeccionar la jaula, esta
se encontraba hecha añicos.
─ Es un animal muy grande ─ dijo un poblador.
─ ¿Cómo no nos dimos cuenta de esto? ─ preguntó otro.
─ ¡Yo lo vi... yo lo vi...! Era una enorme serpiente, tenía cabeza de águila, una
cola de águila ─ dijo Fausto, acercándose al grupo.
─ ¿Y patas? ─ preguntó otro.
─ No sé si tenía patas, solo vi sus ojos grandes y el pico era muy puntiagudo,
pero el cuerpo era el de una serpiente... una enorme serpiente... ─ explicó
Fausto ─ creo que, si nos hubiese visto, ya no estuviéramos aquí.
Mientras tanto, aquella madre no paraba de llorar, y su desesperación era única
al saber que su hijo ya no estaba. Todos rodearon la casa del niño para orar por
su alma. Al menos, por esa noche ya no iba a regresar y decidieron ir a
descansar.
Al día siguiente, se reunieron para tomar decisiones.
─ Busquémosla hasta encontrarla, ya no puede morir otro niño, es suficiente ─
mencionó un poblador.
─ Hay que seguir la huellas y matar a ese animal ─ dijo el padre del niño que
murió.
─ ¡Sí, vamos! ─ gritaron los demás ─ eso hay que hacer.
La mitad de hombres iba en busca de aquel animal y la otra mitad, se quedarían
para construir otra jaula y cuidar a las mujeres y los niños.
Una vez listos, tomaron palas, picos y armas que habían hecho rústicamente y
siguieron las huellas del animal, nadie más que Fausto lo había visto y sabía
cómo era, los demás solo se guiaban por las características que describió.
Después de varias horas de caminata y siguiendo las huellas, llegaron a una
cueva muy alta, muy grande; algunos escalaron para investigar qué había allí,
los demás hicieron guardia. No había forma de entrar, estaba muy honda, solo
se escuchaban gritos parecidos al del águila. Entonces, decidieron buscar otra
entrada, la parte de atrás parecía la adecuada, y se propusieron cavar. Poco a
poco el hueco se iba agrandando; ya iban con el trabajo dos días; mientras en la
comunidad se dejaban vacas, para que la bestia se alimentara.
Avanzaron lo más que pudieron y por las noches se resguardaban para no ser
capturados por aquel misterioso animal. Al tercer día, ya pudieron pasar, se
colocaron armaduras, con cortezas de madera, alrededor del cuerpo e
ingresaron, caminaron por horas, a lo lejos se escuchaba sus gritos, no solo era
una, habían más de dos, estaban muy preocupados por aquellos ruidos, pero así
siguieron con su idea, Al fin, estaban cerca, los podían ver, eran dos grandes y
otra más pequeña, supusieron que los grandes serían los padres y el pequeño,
su hijo.
Aunque les daban miedo esos animales, se armaron de coraje para vencerlos.
Decidieron regresar al siguiente día, ideando trampas para poder atraparlos. Y
así fue, trajeron todo lo que pudieron: jaulas, flechas, arcos, materiales de piedra,
sogas, etc., todo armamento para capturar a aquellos animales.
Los rodearon y los atacaron con lanzas, flechas y cuerdas; iniciaron una lucha
con los dos grandes, el pequeño no se movía solo gritaba. Eran muy fuertes, no
había forma de amarrarlos, las patas eran muy pequeñas, no cogían las sogas.
Después de mucho esfuerzo, y de muchas vidas perdidas, pudieron matar a los
dos grandes. También quisieron matar al pequeño, pero algunos se
compadecieron, lo amarraron y lo metieron a la jaula, para que no se les
escapara.
Con gran esfuerzo lograron llevarlo al pueblo, para que todos observen al gran
animal que los estaba acechando y había dado origen a las desapariciones de
niños inocentes. Con eso se sintieron satisfechos por el gran trabajo en equipo,
agradecieron a todos por su esfuerzo y en especial, a Josué, que ya estaba
descansando, por su valentía.
Seudónimo: Marquitos
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