miércoles, 19 de abril de 2023

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sábado, 15 de abril de 2023

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jueves, 1 de septiembre de 2022

CUENTO

El misterio del cerro Pachachaca

Concurso Escolar Premio Nacional de Narrativa y Ensayo " José María Arguedas" 2022
(SEGUNDO PUESTO)


Había una vez una pareja de esposos que vivía con su dos hijos; el señor todos los días iba a trabajar en la chacra para mantener a su familia y recolectar los frutos que brindaba la tierra; el trabajo era duro y cansado y tenía que escarbar y sembrar el grano de maíz, trigo u otros tubérculos; en ocasiones, con la ayuda de familiares y vecinos y , en otras, con el apoyo de la yunta de toros que alguna vez lo tuvo, sin embargo, por la baja economía de la familia y por la necesidad de enviar a su hijo al colegio para comprar sus útiles escolares decidieron venderla para, que de esa manera, pudieran tener la “platita” y comprar todo lo necesario; además, el señor concluyó que era tiempo de mucho verano y el pasto escaseaba y por tanto, solo había “paja” de trigo de la cosecha anterior, pero no era suficiente para alimentarlos y como estaban gorditos el campesino reflexionó y supuso que la gente de mal vivir, en la noche, aprovechando la ausencia de la familia se apoderen de la yunta; por tanto, decidió venderla.

Un fin de semana, el señor, después de cortar leña en la montaña, aprovechó el tiempo para ver el sembrío de ocas y ollucos que, según su pensamiento y guiado por el canto de las aves y la estación de tiempo, acertó que ya estaban listos para la cosecha; de pronto, se dio cuenta por el olor fétido que se emanaba en el terreno, la presencia del zorrillo, ese animal que escarba la tierra en busca de orugas de gusano para alimentarse había “hociqueado” el sembrío y todo el producto estaba expuesto sobre la tierra con un color verduzco que se producía por efecto del calor y el sereno de la mañana; en ese instante, se propuso recogerlos y llevarlos para preparar los alimentos que, después de un temporada, se le hacía “agua la boca” por comer un dulce de ocas con leche. Mientras los recogía y envolvía en la “punta” de su poncho, de pronto, escuchó en el bosque el canto ronco del tuco y sintió en su cuerpo que la sangre fluía rápidamente y aceleraba su corazón anticipando un mal presagio; sin embargo, no le dio importancia, cada vez que el mal olor, empujado por el viento, se le acercaba a sus narices “renegaba”, para sí mismo, y así anduvo por toda la chacra recogiendo los tubérculos entre grandes y pequeños; otros tenían la forma de animales; en ese instante, encontró un par de ocas semejante a la yunta de toros que lo tuvo en algún momento y se los guardó, con mucho cuidado, en el bolsillo, casi roto, de su camisa para que, cuando llegue a su domicilio, se los regale a su hijo menor y pueda jugar con ellos. El fulgor de sus ojos vislumbraba lo contento que estaba; de pronto, se dio cuenta que ya era muy tarde, levantó la vista y vio el sol atrapado en un color rojizo detrás del cerro Pachachaca, además, notó que el sol, parecía que se sacudía despidiéndose y anunciando el final del día para dar paso a la noche opaca y serena.


En casa, su esposa e hijos estaban muy preocupados y desesperados; inmediatamente, la señora recogió de su fogón un palo de leña que le servía como antorcha y salió en su búsqueda; con el fulgor de las luciérnagas y el canto melodioso de los sapos la acompañaban en su caminar con paso lento y seguro, después de un largo recorrido llegó a la cumbre más alta del cerro Pachachaca, cerca de la montaña, empezó a llamarlo por su nombre, con voz muy alta, para preguntar por dónde se encontraba y desde lo muy lejano, en la noche oscura y sombría retumbó una voz y le respondió diciendo:

- ¡Ya estoy llegandoooo!


Ella pensaba que era su esposo y regresó muy contenta a su domicilio; en ese instante, se puso detrás del fogón para calentar sus heladas manos que ya no las sentía por el inmenso frío que producía la noche; inmediatamente, escuchó unos pasos extraños que se acercaban y abrió con fuerza la puerta de la casa, pero no se le pudo notar su rostro, el brillo y calor del fogón se disipó en un instante; inmediatamente, ella le sirvió su comida: caldo de habas con bastante harina y mientras comía, la señora se dio cuenta que la comida se le salía por su “pescuezo” y se derramaba en su poncho; de pronto, se quedó ensimismada y se preguntaba: ¿Pero este es mi esposo? 

Ese hombre estaba con sombrero y no le daba la cara; tan rápido, como un rayo, la señora disimuladamente cogió a su hijo menor que estaba plácidamente dormido y salió raudamente a llamar a sus vecinos diciendo que vayan a acompañarla porque ella tenía mucho miedo y al regresar a su casa encontró muerto a su hijo mayor y sus intestinos "urdidos" en dos estacas, el misterioso señor había desaparecido dejando un olor fétido en la casa.


Después de todo lo ocurrido llegó su verdadero esposo trayendo las ocas y ollucos, directo de la chacra, y ella le contó lo que había pasado, pero a él no le quedó otra manera que llorar y llorar por la pérdida de su hijo; pasado un tiempo olvidaron lo que había sucedido y compraron una borreguita y la llamaron Carmelita en honor a su hijo Carmelo y lo amarraban, siempre, frente a la casa y de pronto, se dieron cuenta que estaba “preñada” y la señora muy sorprendida exclamó:

- ¡Qué raro!, ¡nunca la hemos cruzado con un macho!


Sin embargo, ellos le dieron mucho cariño y pasaron los meses hasta que se llegó el día y nació un lindo corderito; cuando los dueños se acercaron a mirarlo notaron que el cordero tenía un solo ojo y se revolcaba gritando ¡meee!, ¡meee! Luego se puso de pie y se fue corriendo a la “fila” del cerro Pachachaca; inmediatamente lo siguieron y notaron que se rodaba dando inmensos saltos entre rocas y achupallas para luego perderse en un inmenso hueco llamado “Tragadero” y pensaron que se lo había llevado el demonio, el mismo de la situación anterior, pero esta vez vino a llevar a su hijo, el corderito.


Finalmente, la familia se trasladó a vivir a otro lugar y descubrir el misterio; indagaron en otras familias y les contaron el porqué del fatídico caso, y recordaron que el padrino del hijo mayor no había cumplido con la promesa de
regalar un carnero en la fiesta del “landaruto” o “corte de cabello” cuando él tenía 2 años, por tanto, en castigo, la familia, en la comida, le había dado solo los intestinos de los animales que se había matado para la fiesta y mientras él comía les maldijo por la deshonra con el dueño del cerro Pachachaca y desde ese día todos los habitantes alarmados por el hecho, cada vez, que visitaban a una fiesta tradicional de “landaruto” o “pararaico” siempre llevaban un presente para los agasajados como cuyes, gallinas, una alforja de trigo, maíz, ocas o mashuas, según la temporada de cosecha y de esa manera festejaban, todos muy contentos, sin llegar a disgustos, además desde esa fecha, se tiene como costumbre visitar a amigos o familiares con un obsequio; caso contrario, según las creencias, serán visitados por el dueño del cerro Pachachaca a cobrar la deshonra con los habitantes.


SEUDÓNIMO: FLOREL


LA SERPENTÁGUILA

Concurso Escolar Premio Nacional de Narrativa y Ensayo " José María Arguedas" 2021
(PRIMER PUESTO)

Al inicio de los tiempos, se creó una pequeña comunidad en San Pablo, era un

pueblo de veinte personas, todos vivían muy tranquilos y se ayudaban entre sí.

La población iba creciendo más y más, muchos niños correteaban por los

campos y disfrutaban de la naturaleza.


Hasta que un día, los niños empezaron a desaparecer por la noche, uno por uno.

Nadie se dio cuenta de ello; pero a la mañana siguiente, los padres buscaban

por todos lados, los vecinos los ayudaban, más no lograban hallarlos.


Como las desapariciones iban en aumento, creyeron que se debía a algún animal

feroz (un puma tal vez); sin embargo, no se había visto a uno por esos lugares.

El temor y tristeza iba aumentando, porque ya no solo se llevaba niños sino

también bebés.


Preocupados por esta situación, los habitantes decidieron sacrificar a otro niño

con la esperanza de que ya no sigan desapareciendo más de ellos y crearon un

plan: Muy temprano iniciaron a colocar trampas en toda la comunidad, los

hombres se distribuyeron la tarea de cuidar por el día y por la noche toda la

aldea, en especial a ese niño que sería ofrecido en sacrificio.


Llegó el momento esperado, todos estaban preocupados y tristes, los padres de

Josué lloraban por la fatal decisión que tuvieron que tomar. Su madre pedía que

no lo lleven, más ya estaba decidido, él iba a ser el señuelo.


Eran las 6:30 pm., vendaron y metieron a Josué en una jaula, hecha con ramas

de los árboles y la colocaron en un lugar visible. El niño estaba muy asustado,

empero no decía ni hacía nada.


Habían pasado más de cuatro horas y no ocurría nada, la mayoría entró a sus

casas a dormir, solo los que estarían de turno, observaban y merodeaban por

todo el lugar.


De pronto escucharon un ligero ruido como algo que se arrastraba y movía los

arbustos y además hacía un sonido que parecía a un viento muy suave. Todos

se quedaron inmóviles para saber que era ello. Un hombre, que se encontraba

en un árbol grande logró verlo por completo, pero se quedó atónito.


En la oscuridad pudieron ver como se dirigió a la jaula, la rodeó y la rompió; solo

se escuchó un fuerte grito del muchacho y después ya no. Y el animal dio vuelta

y se fue, nadie pudo hacer nada, todo fue tan rápido que se olvidaron de utilizar

las armas.

─ ¡Nooooooo!

Se escuchó un fuerte grito por parte de la madre del pequeño.

─ ¡Mi hijo, nuestro hijo! ─ lloraba aquella madre desesperada.


En ese instante, todos reaccionaron y se reunieron cerca a la jaula destrozada.

Observaron y sus miradas se perdieron en los rastros que había dejado aquel

animal. Los que estaban en los árboles, bajaron para inspeccionar la jaula, esta

se encontraba hecha añicos.

─ Es un animal muy grande ─ dijo un poblador.

─ ¿Cómo no nos dimos cuenta de esto? ─ preguntó otro.

─ ¡Yo lo vi... yo lo vi...! Era una enorme serpiente, tenía cabeza de águila, una

cola de águila ─ dijo Fausto, acercándose al grupo.

─ ¿Y patas? ─ preguntó otro.

─ No sé si tenía patas, solo vi sus ojos grandes y el pico era muy puntiagudo,

pero el cuerpo era el de una serpiente... una enorme serpiente... ─ explicó

Fausto ─ creo que, si nos hubiese visto, ya no estuviéramos aquí.


Mientras tanto, aquella madre no paraba de llorar, y su desesperación era única

al saber que su hijo ya no estaba. Todos rodearon la casa del niño para orar por

su alma. Al menos, por esa noche ya no iba a regresar y decidieron ir a

descansar.


Al día siguiente, se reunieron para tomar decisiones.

─ Busquémosla hasta encontrarla, ya no puede morir otro niño, es suficiente ─

mencionó un poblador.

─ Hay que seguir la huellas y matar a ese animal ─ dijo el padre del niño que

murió.

─ ¡Sí, vamos! ─ gritaron los demás ─ eso hay que hacer.


La mitad de hombres iba en busca de aquel animal y la otra mitad, se quedarían

para construir otra jaula y cuidar a las mujeres y los niños.


Una vez listos, tomaron palas, picos y armas que habían hecho rústicamente y

siguieron las huellas del animal, nadie más que Fausto lo había visto y sabía

cómo era, los demás solo se guiaban por las características que describió.


Después de varias horas de caminata y siguiendo las huellas, llegaron a una

cueva muy alta, muy grande; algunos escalaron para investigar qué había allí,

los demás hicieron guardia. No había forma de entrar, estaba muy honda, solo

se escuchaban gritos parecidos al del águila. Entonces, decidieron buscar otra

entrada, la parte de atrás parecía la adecuada, y se propusieron cavar. Poco a

poco el hueco se iba agrandando; ya iban con el trabajo dos días; mientras en la

comunidad se dejaban vacas, para que la bestia se alimentara.


Avanzaron lo más que pudieron y por las noches se resguardaban para no ser

capturados por aquel misterioso animal. Al tercer día, ya pudieron pasar, se

colocaron armaduras, con cortezas de madera, alrededor del cuerpo e

ingresaron, caminaron por horas, a lo lejos se escuchaba sus gritos, no solo era

una, habían más de dos, estaban muy preocupados por aquellos ruidos, pero así

siguieron con su idea, Al fin, estaban cerca, los podían ver, eran dos grandes y

otra más pequeña, supusieron que los grandes serían los padres y el pequeño,

su hijo.


Aunque les daban miedo esos animales, se armaron de coraje para vencerlos.

Decidieron regresar al siguiente día, ideando trampas para poder atraparlos. Y

así fue, trajeron todo lo que pudieron: jaulas, flechas, arcos, materiales de piedra,

sogas, etc., todo armamento para capturar a aquellos animales.


Los rodearon y los atacaron con lanzas, flechas y cuerdas; iniciaron una lucha

con los dos grandes, el pequeño no se movía solo gritaba. Eran muy fuertes, no

había forma de amarrarlos, las patas eran muy pequeñas, no cogían las sogas.

Después de mucho esfuerzo, y de muchas vidas perdidas, pudieron matar a los

dos grandes. También quisieron matar al pequeño, pero algunos se

compadecieron, lo amarraron y lo metieron a la jaula, para que no se les

escapara.


Con gran esfuerzo lograron llevarlo al pueblo, para que todos observen al gran

animal que los estaba acechando y había dado origen a las desapariciones de

niños inocentes. Con eso se sintieron satisfechos por el gran trabajo en equipo,

agradecieron a todos por su esfuerzo y en especial, a Josué, que ya estaba

descansando, por su valentía.


Seudónimo: Marquitos



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